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El mundo está plagado de horror. Horror natural  nos dicen los autores (y para entenderlo solo hace falta una suscripción al cable o un tiempo prudente de navegación) en contraste al horror artístico (uno que comparte elementos de varios tipos de arte, ya sea como una narración escrita o fílmica o en la pintura, la escultura y/o la música) aunque este término si me pone los pelos de punta con una emoción negativa, no precisamente por un «sentimiento intenso causado por algo terrible y espantoso» sino por la sorpresa y algo de repulsa ante tal desvirtuación hedonística.

Para comenzar aprendo que el horror y el terror no son sinónimos, por lo menos en lo que concierne a terminología fílmica. Ambos géneros provocan miedo o angustia a quien los consume pero la diferencia entre uno y otro es el motivo de esa angustia. En el horror se trata de un evento sobrenatural o propio de la ciencia ficción (pero no toda historia de ciencia ficción pertenece al género del horror, solo hablamos de un subgénero) mientras que en el terror hemos de identificar una exacerbación de fenómenos naturales (como la sociopatía) o una explicación naturalística de lo aparentemente «oculto» como suele ser el caso en lo gótico. Así mucho de lo gore que vemos ahora es terror y no horror en tanto las desdichas de los protagonistas se deban a la participación humana. Las historias con monstruos o seres fantásticos tampoco son estrictamente historias de horror, la diferencia radica en la amenaza que percibimos ante la aparición de seres que se situan por fuera de los límites físicos de nuestra realidad. En la «Historia sin fin» abundan los monstruos pero no todos nos provocan pánico. Para Atreyu (el niño protagonista) es cosa de casi todos los días ver engendros que en el ámbito fantástico son personajes extraordinarios en situaciones ordinarias.

 

En cualquier otro tipo de historia el tiempo narrativo del personaje o personajes es bastante distinto de nuestro tiempo de lectores. La diferencia entre uno y otro puede ser enorme (así pasa en «Guerra y Paz»). En contraste en el horror el tiempo narrativo y el tiempo de lector se funden: seguimos trepidantemente y pendientes de un hilo los eventos. Además la visión del monstruo nos provoca miedo mezclado con repulsión. Este miedo que siente el protagonista y que compartimos proviene de la posibilidad de daño percibido. Sentimos repulsión y repugnancia porque muchas veces el monstruo es sucio, se arrastra, es viscoso o deja un rastro de secreciones que presumimos pestilentes. En fin: la historia de horror exitosa consigue despertar mecanismos psicológicos de verosimilitud.

Escribo esto pensando en «La cosa» (película estrenada en 1982, dirigida por Carpenter y protagonizada por Kurt Russell) que ví la semana pasada. Sin duda uno erige templos para honrar la memoria y vuelve a ellos con devoción e ingenuidad pero es evidente que «veinte años no es nada» solo se aplica para el tango.  

Aún así, la película tiene secuencias memorables y una banda sonora compuesta por Morricone a la que se debe buena parte del efecto atemorizante, sobretodo «humanity, part II» (link para descargar).

Es difícil entender porque alguien puede querer consumir emociones negativas, sobretodo tan extremas como ahora se acostumbra. Además, si la posibilidad de verosimilitud es tan difícil de lograr el efecto del horror se presume episódico y ligado a estridencias y sordidez. Quizá algunos temas característicos del horror afinquen con mayor facilidad en ciertas mentalidades propensas al esoterismo pero no es fácil justificar el consumo voluntario del sadismo. Por otra parte, si se asumen las cosas en clave de broma incluso es posible la fusión del horror con el humor como ocurre en Beetlejuice (1988), El joven manos de tijera (1990) u Hombres de negro (2002).

Para Andrade y Cohen (Journal of Consumer Research, 2007) existen tres posibles explicaciones del gusto por el horror:

1) Diferencias en el umbral de «excitación» (el malestar de uno puede ser el bienestar del otro).

2) Enfocarse en el alivio: sufrir con las emociones negativas y luego ser rescatados por el «placer» del bienestar recuperado y

3) La posibilidad de experimentar sentimientos mixtos o coactivación (presenciar horror y sentir placer, como quien dice «tener sentimientos encontrados»).

¡Qué horror!

 

 

 

2 Comments

    • jhani y chiquis
    • Posted junio 16, 2010 at 4:45 pm
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    hola comotellamas quierro conoserte en persona y en donde vives

    • piro
    • Posted diciembre 6, 2010 at 8:45 pm
    • Permalink

    Muy interesante la diferencia que se presenta entre Horror y Terror! Pudieras pasarme la fuente bibliográfica?


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