Salte la navegación

Tag Archives: fuga

Jueves 22 cerca al mediodía. Fugado en Bogotá luego de un recorrido largo entre Monserrate y la quinta de Bolívar paso por las atestadas calles que conducen al centro. Obviamente voy atento a la gente, los escaparates, cosas nuevas. En una esquina cualquiera (no me he familiarizado con los nombres de las calles -con numerales por cierto) leo «Empanadas mexicanas». ¿Serán los localísimos pastes de Pachuca y alrededores o sus primos menos famosos, los volovanes del puerto de Veracruz?. Porque no creo que sean las empanadas de pascua u otras parecidas que son todo menos populares en un país (México) que no se precia por sus empanadas. Pero aquí reinterpretan algo que alguien comió por allá como nosotros hicimos con las (empanadas) tucumanas o en México con el spaghetti aunque quizá tendría que escribir espageti porque no es al dente ni a las finas hierbas o marinara. Nein. Es muy mexicano y habría que buscarle un nombre alternativo porque me recuerda la anécdota de quien conoce a alguien primero por la voz, de la cual se enamora y luego de cierto tiempo toca conocer físicamente a esa persona y las cosas no cuadran. 

Pero para evitar esa polución de cosas falsas estando aquí no trato de comer farofa ni ir a un rodizzio o deleitarme comiendo hamburguesas porque estoy en la tierra del ajiaco bogotano, la yuca frita, los patacones, las arepas y la bandeja paisa.

A propósito: en mi ciudad McDonalds quebró porque los gringos difícilmente podrían enseñarnos the real thing muchos menos pensando que en mi  rancho se puede perder un amigo pero no quedarse con hambre. Y puede ser que allá en mi tierra existan buenos rodizzios pero -Dios me salve- yo no voy a un lugar de esos por la barra de ensaladas. Y sí, los rodizzios son buenos pero no son plus ultra en cuanto a carne y creo que para tener una emoción gastronómica-chovinista hace falta ser un poco provinciano y visceral. Tal como uno de mis acompañantes en este viaje que afanoso con la realidad y el orgullo patriotero tuvo la genial ocurrencia de desayunar cereal con leche (¡yo no sabía que en su país inventaron los corn flakes!) y preferir la dudosa búsqueda de «un restaurante de espadas» en pleno Bogotá, que es como ir en busca Del Dorado por la avenida El Dorado, a un recorrido turístico planeado con anticipación. ¡La tripa es primero! o como diría la copla: Hay que vendaval / líbranos señora…/ ¡De este tremendo animal!

Afortunadamente como dije estuve fugado y no fracasé en la épica diligencia pantagruélica.

Anoto entonces otras tantas cosas falsas: el arrepentimiento de los jefes y los poderosos, el rodizzio perfecto, la cortesía profesional y el número telefónico que le apunté a una señora que me tomó una instantánea en la plaza de Bolívar cuando sugirió que quería devolverme la visita en México y que sería bueno tener un contacto y que mejor que yo y esos ojos tan serenos que me gasto. Bien decían mis ancestros: cuándo la limosna es grande hasta el santo desconfía.