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Elecciones. Dicen que a los políticos y a los pañales hay que cambiarlos seguido…y por las mismas razones. Y que la única vez que los políticos dicen la verdad es cuando afirman que sus contrincantes están equivocados. Pero como dice Thomas Sowell, no hay nada tan malo así como para que los políticos no puedan empeorarlo. Nuestra aversión contra la «clase política» obliga a que los «creativos» de publicidad inventen que los responsables de la enorme separación entre la sociedad y la política son los partidos tradicionales y sus actores de toda la vida. Identificados los culpables se tiene la base para promover un producto (que eso son los partidos políticos y sus representantes) valiéndose del facelift, la liposucción, el crossover. Es decir con arreglos cosméticos se pretende dar pan con lo mismo.

En el siglo pasado surgieron caudillos por toda latinoamérica. En torno a ellos se congregaban instituciones como el peronismo argentino, el APRA peruano, el PRI mexicano, el MNR boliviano -entre otros- y la solvencia popular, el carisma del «líder», debía ser suficiente para que las masas votaran uniformemente por la sigla en cuestión. Recuerdo que nuestro Paz Estenssoro (MNR) solo tenía que aparecer en pantalla sin decir ni mu y esa era la manera estándar de promocionar a su partido: alentando la fe ciega en el gran hombre.

El partido no existía sin el caudillo. En los ochentas y noventas otras siglas (ADN, MIR, CONDEPA, UCS) replicaron el modelo. Cuando Evo aparece él y su «movimiento» no hacen otra cosa que canalizar el descontento, que en la vertiente nacional sí se tornó violento (guerra del agua, guerra del gas) semejando lo ocurrido en otros lugares (Argentina y Ecuador por ejemplo). Ese descontento, surgido de agravios similares -y algunas veces peores- tiene que ver con iniciativas como la que ahora cobra fuerza en México. Me refiero a la promoción del voto nulo.  A propósito es interesante lo que comenta Rodrigo Salazar:

«El voto nulo es un ejercicio moral válido que no le hace daño a nadie. Constitucional y legalmente es una opción. Lo que sí creo es que, como mensaje, no va a servir de mucho. Es decir, si un partido no gana ni pierde nada, no va a reaccionar, incluso aunque fuese un alto porcentaje de nulidad como en el caso sin precedente de Argentina, donde fue del 20 por ciento. Y sin embargo no pasó nada, la clase política sigue siendo la misma.

El voto nulo es importante expresivamente; es ser consecuente con nosotros mismos, pero no tiene ninguna otra repercusión.»

Es revelador que todos los frentes políticos y que la máxima expresión del conservadurismo -la iglesia católica- rechacen unánimemente la anulación del voto (Iglesia católica contra el voto nulo). ¿Será por miedo al fin de los privilegios? No quiero pecar de inocente. No me refiero a la posibilidad de «cambio». Aludo mas bien al fin del monopolio político, a las candidaturas ciudadanas.

Como ha pasado con internet (web 2.0) vemos la transición de la política 1.0 (caudillismo, partidos tradicionales, sacralización de la figura «presidencial» y otras instituciones -que como el papado católico presumen de infalibles) a una política 2.0 que curiosamente comparte el interés «social, real y participativo» de su contraparte digital. Los verdes ecologistas mexicanos por ejemplo al carecer de figuras destacables o por lo menos mínimamente presentables (su presidente nacional es un tránsfuga, ex boxeador de marras, socialité y chico big brother) utilizan a dos «actores» de telenovelas (aquí queda mejor el término español: culebrones) para dar a conocer sus propuestas:

Otra agrupación llamada Convergencia no se queda atrás (con una señora Andere que no tenía el disgusto de conocer):

Y el PRD, entendiendo que ahora no existes si no superas la centena de contactos en Facebook, recluta a tres candidatas taquilleras: la velocista Ana Gabriela Guevara y las escritoras light Guadalupe Loaeza y Laura Esquivel.

Suficiente. No me quiero enfangar más con lo que hacen otros partidos como el PAN o el PRI (que también tienen una enorme cola que pisar). Una lectura cuidadosa de la cita de Salazar sobre el voto nulo aplica a toda esta triste realidad de la política mexicana (y por extensión a la política latinoamericana) y en particular a las campañas políticas : todo esto se ve bonito, es válido, no hace daño. Constituye una opción. (Pero) no va a servir de mucho. ¡Viva la política 2.0!